24.2.07

Volver: Recobrar la armonía perdida

Buena parte del cine de Pedro Almodóvar se caracteriza, entre muchas otras cosas, por una marcada predilección por explorar el universo femenino. Es vasta la galería de mujeres o “chicas Almodóvar” que son el centro de los filmes o que suelen cargar con todo el peso de la historia. Pero en realidad el director español no busca sumergirse en la interioridad de tal o cual personaje, no estamos ante un cineasta intimista ni ante uno “de personajes”. La exploración de Almodóvar se sitúa en un nivel más integral: por encima de la intimidad, le interesa sobre todo el ser mujer; con esto quiero decir, las maneras de comportarse, las personalidades y las formas de reacción de las mujeres frente a algún suceso extraordinario. Es el caso de Volver (2006), su último filme, cuyo argumento gira en torno a una familia de mujeres, entre las que destaca Raymunda (una estupenda Penélope Cruz), una mujer con problemas familiares (su esposo ha perdido el trabajo, y además éste comienza a mirar con deseo a su hijastra) y a quien veremos atravesar de pronto una serie de situaciones que terminan por quebrar su cotidianidad.

El gran tema de la película, como puede observarse desde el título, es el pasado y las profundas relaciones que los personajes guardan con él. Si antes en las cintas de Almodóvar el presente era el tiempo que importaba, ahora es el tiempo pasado el que adquiere relieve: a partir de él se organiza la vida actual. Se trata de un pasado dinámico, vivo, que no termina nunca de cerrarse completamente y que convive con el presente. Para recuperar la armonía perdida de la familia de mujeres que retrata, la cinta del manchego pareciera constituirse bajo una premisa muy curiosa: debe aparecer quien se necesita y desaparecer quien estorba. En este punto resulta sumamente revelador que, se trate del marido de Raymunda o del dueño del restaurante, sea siempre el personaje masculino quien no tiene cabida y debe desaparecer para que las mujeres protagonistas alcancen una plenitud vital.

Pero me gusta más pensar en Volver como una historia de fantasmas. En el mundo representado en la cinta, los seres vivos experimentan todo el tiempo situaciones de dolor y de impotencia, recuerdos y resentimientos que no les permiten sobrellevar su propia existencia con tranquilidad. Quisieran poder volver a hablar con sus muertos, pues ellos se fueron de este mundo sin develar misterios o sin ofrecerles una conversación definitiva. En esa necesidad comunicativa encuentro en Volver cierta filiación con un relato del escritor español Javier Marías titulado “Cuando fui mortal”: en ambas obras los muertos, convertidos en fantasmas, son los únicos que conocen todas las respuestas. Pero en el relato de Marías, justamente al “habitar” un tiempo que no fluye, perpetuo, los fantasmas son eternamente atormentados con aquellas verdades que no quieren callar más. En cambio, en Volver quienes padecen de esa desazón o angustia son los vivos. Los fantasmas, por esa razón, deben regresar para mitigar esa falta.

A diferencia de algunos otros filmes de Almodóvar, aquí los constantes cambios de registro se sienten naturales. Aunque a veces no del todo logrados, no son bruscos ni inverosímiles. Ninguna escena es totalmente dramática ni cómica. Las situaciones de singular dramatismo encuentran un aspecto cómico y las escenas de horror (esas trepidantes escenas hitchcockianas) son ligeras y de manso sobresalto. Bondades del guion y de la mano del director, pero también de actrices como Carmen Maura, una de las culpables de que el filme ostente esa riqueza expresiva.

Por momentos me ha parecido que Almodóvar se hubiese planteado hacer una caricatura de su universo personal: a medida que avanza la película uno puede advertir la resolución de la mayoría de situaciones, que pecan de previsibles. Aunque en realidad esto no sea lo verdaderamente importante en las cintas del autor, pues no estamos ante un thriller ni mucho menos: a Almodóvar lo que le importa, al fin y al cabo, es el cine como transmisor estético de emociones intensas.

Sin dejar de lado su habitual apego por el costumbrismo ni por la sensualidad y el color que son ya su marca de estilo, Almodóvar consigue hacer creíble una historia rural que roza lo fantástico. Aunque una vez vista la película, uno se queda con una sensación extraña: una tensión entre los momentos más brillantes y potentes frente a aquellos pocos que no terminan de cuajar, sea porque se extienden o porque no fueron suficientemente desarrollados (sobre todo la parte final). Pero, ahora que escribo esto, finalmente pienso que a pesar de esas situaciones amablemente inofensivas, Volver es una película muy apreciable y recomendable, de las mejores en la filmografía del manchego.

Babel: Un mundo incomunicado

En esta última entrega de la llamada “trilogía del dolor”, precedida por Amores perros (2001) y 21 gramos (2003), el mexicano Alejandro González Iñárritu emplea una estructura similar a las cintas anteriores: las subhistorias conectadas entre sí por un motivo específico que debe atravesar todo el filme. Solo que esta vez dicho motivo no se manifiesta icónicamente a través de elementos concretos (como lo eran los perros en su primer filme), sino que está relacionado con las limitaciones expresivas frente al otro y con las consecuencias que ello acarrea. Si en Amores perros la historia se articulaba sobre la base de la debilidad humana que encontraba un paliativo en el afecto por los perros, el gran tema de Babel (2006) gira alrededor de la incomunicación y sus implicancias en la sociedad contemporánea. La incapacidad de comunicación debida en primera instancia a las barreras del lenguaje, pero también a los prejuicios y estereotipos instalados en plena “Era de la globalización”.

Una mujer norteamericana recibe accidentalmente un disparo de bala de un niño marroquí y es abandonada en el desierto únicamente al cuidado de su esposo; además, una niñera decide atravesar la frontera y llevarse a los pequeños hijos de la pareja anterior a una boda a celebrarse en México; y por último, una adolescente japonesa sordomuda obsesionada con el sexo. Estas tres subhistorias, aunque ostentan dentro del filme similar jerarquía, tienen no solo un tratamiento sino un desarrollo dispar por la naturaleza misma de sus argumentos. Pongamos como ejemplo la historia que transcurre en Japón: ésta no necesitaba un mayor desarrollo pues hubiese resultado redundante y hasta hubiese perdido fuerza. Como espectadores, nos basta con ser insertados en el contexto que rodea a la joven sordomuda para posteriormente poder penetrar en su mundo interior, en su propia naturaleza y, de este modo, en los motivos que rigen su comportamiento. Como historia independiente, la japonesa es la que deja mejor impresión debido a los mayores alcances simbólicos que ofrece. Aunque también tiene mucho que ver la solvente actuación de Rinko Kikuchi en el papel de la incomprendida Chieko. La cinta de González Iñárritu alcanza puntos altos con esta subhistoria.

El guion elaborado por el también mexicano Guillermo Arriaga es pretencioso. En él intenta abarcar culturas distintas y hacerlas enfrentarse entre sí, señalando sus diferencias por medio del contraste y sus similitudes teniendo como punto de partida la desgracia. Abundan los personajes esquemáticos, a pesar de que las actuaciones alcanzan un buen nivel. La creación de situaciones límite, ya apreciado antes en 21 gramos, se siente por momentos forzada, y además la estructura misma hace que el espectador se sienta manipulado. A mi parecer quizá esto se deba sobre todo a que la película, a pesar de las emociones desbordantes que plasma, nunca logra ocultar del todo la cerebral dirección de González Iñárritu.

La película no quiere dejar indiferente al espectador: muestra a través de ejemplos cuidadosamente escogidos el modo en que el mundo contemporáneo se transforma en la bíblica ciudad de Babel, y enfatiza la advertencia acerca de la incomprensión frente al otro y el caos al que peligrosamente podríamos llegar. Es de agradecer el mensaje, sino fuese tan evidente. Pero a pesar de los reparos expuestos, al César lo que es del César: hay que decir que Babel resulta una cinta muy interesante y atractiva, con algunos momentos memorables, y digna de ese director talentoso y hábil que es el mexicano Alejandro González Iñárritu.